Discipulado 1 - Tercera Seccion: Fundamentos de la vida Cristiana
El ayuno es una disciplina espiritual por la que voluntariamente se renuncia a alimentos por un tiempo determinado, con el fin de liberarse de los apegos carnales y poner todo el corazón en Dios. Se podría definir como una disciplina del cuerpo, del alma y del espíritu.
El ayuno bíblico es abstenerse de alimentos para un propósito espiritual. Por el contrario, “desayuno” significa romper el ayuno.
Hay quienes ayunan medio día, 24 horas, varios días, una semana, un mes, o más. No obstante, el cómo ayunas, cuánto tiempo ayunas y de qué ayunas no es tan importante como el por qué detrás del ayuno.
El ayuno según la Biblia
- El ayuno era requisito de la Ley únicamente en el día de Expiación (Levítico 16:29, 31; 23:27–32).
- Cada persona tenía la libertad de optar por esta práctica (2 Samuel 12:16, 21–23).
- Al regreso del exilio se establecieron cuatro ayunos para recordar los días de la cautividad (Zacarías 7:1–7; 8:19).
- Más tarde, el ayuno se incluyó en la fiesta de Purim (Ester 4:1–3, 15–17).
- Jesús aprobó el ayuno, pero hizo serias advertencias sobre su mala práctica (Mateo 6:16–18; 9:14–17).
Propósito del ayuno
La aflicción que produce el hambre debe funcionar como recordatoria de nuestra necesidad de comunión con Dios: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Romanos 12:1); “Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:4).
El ayuno es un acto de adoración a Dios, que nosotros podemos usar para afligir nuestras almas y humillarnos delante de Dios, demostrándole a Él nuestro arrepentimiento por algún pecado y el deseo de seguir su soberana voluntad, o para expresarle nuestra dependencia de su gracia para recibir respuesta a alguna oración específica, o para hacer notorio algún dolor que estamos sufriendo delante de su amorosa mirada: “11Se levantan testigos malvados; de lo que no sé me preguntan; 12me devuelven mal por bien, para afligir a mi alma.13Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; afligí con ayuno mi alma, y mi oración se volvía a mi seno.” (Salmos 35:11-13). “10Lloré afligiendo con ayuno mi alma, y esto me ha sido por afrenta (vergüenza o deshonor).11Puse además cilicio por mi vestido, y vine a serles por proverbio (sentencia-refrán).” (Salmos 69:10-11).
El ayuno sensibiliza nuestra alma para percibir la presencia de Dios: “(Ana) no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones” (Lucas 2:37).
El ejemplo principal es el de Jesucristo mismo, quién se preparó para enfrentar la tentación antes de comenzar su ministerio público retirándose al desierto para orar y ayunar por cuarenta días (Lucas 4 y Mateo 4). Basado en Su ejemplo podemos entender que su crítica al ayuno de los fariseos se fundamenta en la falta de sinceridad con que lo hacían y no en el ayuno en sí mismo. El ayuno auténtico debe siempre estar unido a la conversión, la sinceridad y la conducta moral: “9A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” (Lucas 18:8-14).
A través de sus palabras Jesús nos enseña lo humildes y sobrios que debemos ser no solo cuando ayunamos sino también en nuestro vivir diario. Nos dice que, cuando ayunamos, el único que se tiene que enterar es Dios, no es necesario el querer gloriarse entre los hombres mostrando una apariencia de piedad.
En las Escrituras, también podemos ver el poder extra que es necesario tener en ciertas ocasiones y que solo se consigue con el ayuno y la oración, o sea, una comunión más intensa con Dios. Es verdad que Jesús nos dice que podemos hacer cosas aún mayores que las que Él hizo, pero para hacerlas se debe tener un enfoque y una comunión muy fuerte con nuestro Padre Celestial, para lo cual el ayuno junto con la oración en plena santidad son el camino apropiado para hacer grandes señales para testimonio a este mundo de la resurrección de Cristo: “14Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: 15Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. 16Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar. 17Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá. 18Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora. 19Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? 20Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. 21Pero este género no sale sino con oración y ayuno.” (Mateo 17:14-21). (Ver también Marcos 9:14-29).
El ayuno, combinado con la oración, es todavía mucho más eficaz cuando se practica “en Cuerpo”, porque cuando dos se pusieren de acuerdo en lo que pidieren, Él se lo dará. Imagínense, si nosotros como iglesia nos pusiéramos de acuerdo para que en nuestra ciudad gobierne Cristo. Veamos lo que sucedió en la historia de Nínive: “1Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: 2Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.” (Jonás 1:1-2). “1Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: 2Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. 3Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino. 4Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. 5Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.6Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. 7E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; 8sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. 9¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?10Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.” (Jonás 3:1-10).
Hemos visto el resultado del ayuno en la unión del pueblo, y este no es el único caso. Tenemos un Dios vivo que hace esto y mucho más, y que, cuando la iglesia está unida y hace lo agradable a Dios, como el ayuno, podemos inclusive cambiar los juicios de Dios por Su misericordia: “12Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. 13Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. 14¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios? 15Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. 16Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia. 17Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?18Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo.” (Joel 2:12-18). “14Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.” (Joel 1:14). “21Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes. 22Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropa y gente de a caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino; porque habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra todos los que le abandonan. 23Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio.” (Esdras 8:21-23). “1Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. 2Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. 3Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. 4Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová.” (2 Crónicas 20:1-4).
“18Vino a mí palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo: 19Así ha dicho Jehová de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz.” (Zacarías 8:18-19). Vemos que el pueblo de Israel tenía “rutina de ayuno”, así que hermanos los exhorto a que también nosotros podamos adoptar esa política de ayuno, poniendo fechas, como por ejemplo: el primer lunes de cada mes, y así ayunamos como cuerpo pidiendo por nuestras ciudades, por el crecimiento espiritual y en número de la iglesia.
La pregunta a Jesús sobre el ayuno
“18Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? 19Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. 20Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.” (Marcos 2:18-20).
Cuando ayunemos, debemos ser sobrios, sin hacer exhibición, ni querer aparecer como muy espirituales, pues el ayuno es una ofrenda a Dios, por el cual Él nos dará su recompensa en su debido momento, y nos exaltara en público. De esta manera lo indicó el Señor Jesús: “16Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:16-18).
El verdadero ayuno
“1Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. 2Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. 3¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. 4He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. 5¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? // 6¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? 7¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? 8Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. // 9Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; 10y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. 11Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. 12Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.” (Isaías 58).
El ayuno que Dios reprueba
“1Aconteció que en el año cuarto del rey Darío vino palabra de Jehová a Zacarías, a los cuatro días del mes noveno, que es Quisleu, 2cuando el pueblo de Bet-el había enviado a Sarezer, con Regem-melec y sus hombres, a implorar el favor de Jehová, 3y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa de Jehová de los ejércitos, y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años? 4Vino, pues, a mí palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo: 5Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayunado para mí? 6Y cuando coméis y bebéis, ¿no coméis y bebéis para vosotros mismos? 7¿No son estas las palabras que proclamó Jehová por medio de los profetas primeros, cuando Jerusalén estaba habitada y tranquila, y sus ciudades en sus alrededores y el Neguev y la Sefela estaban también habitados?” (Zacarías 7).
La Biblia nos presenta numerosos ejemplos de ayuno en diferentes situaciones:
- Intercesión general para lograr auxilio del Señor
“Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne desfallece por falta de gordura.” (Salmo 109:24).
- En arrepentimiento y para evitar castigo
La ciudad de Nínive ayuna colectivamente al escuchar la predicación de Jonás (Jonás 3:4-7).
“volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con lamentos” (Joel 2:12).
“En cuanto a mí, me estuve en el Monte, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches, en ayuno. También esta vez me escucho Yahveh y renuncio a destruirte”. (Deuteronomio 10:10).
Saúl ayunó ante la batalla con los filisteos (1 Samuel 28:20-22).
Ajab ayunó al escuchar la profecía de desgracia pronunciada por Elías (1 Reyes 21:27).
Josafat ayunó cuando las naciones le hicieron la guerra (2 Crónicas 20:3-4).
David ayunó ante la persecución injusta. Ayuna y hace penitencia (Salmos 35:13)
Ester dice a Mardoqueo: “vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentare ante el rey; y si tengo que morir, moriré”. (Ester va a ir ante el rey a defender a su pueblo que estaba condenado a morir. Va a desenmascarar al enemigo). (Ester 4:16).
- Ante decisiones y actos importantes:
Moisés está cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. Y escribió las nuevas tablas de la ley. (Éxodo 34:28).
Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.» Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron. (Hechos 13:2-3).
“Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”. (Hechos 14:23).
- En la batalla contra el diablo
“Esta clase de demonio solo puede ser expulsado con la oración y el ayuno” (Marcos 9:29).
- El beneficio del ayuno en la batalla se deduce también de estos pasajes:
“Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Colosenses 1:24).
“Los atletas se privan de todo y eso por una corona corruptible, nosotros, en cambio, por una incorruptible” (1 Corintios 9:25).
“Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a la carne, como entre si antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais” (Gálatas 5:17).
Los hombres de Yabes de Galaad ayunaron por siete días después de enterrar a Saúl y sus hijos (1 Samuel 31:13).
David ayunó al conocer la muerte de Saúl y Jonatán (2 Samuel 1:12), y al enterarse que Abner había muerto (2 Samuel 3:35).
Los israelitas ayunaron cuando fueron derrotados por los benjamitas (Jueces 20:26).
El profeta Joel proclama el ayuno público tras una plaga (Joel 1:14).
¿Cuál es el propósito de ayunar?
Bíblicamente, los propósitos del ayuno son:
Ser como Jesús (Mateo 4:1–17; Lucas 4:1–13).
Aumentar la fe (Mateo 17:20–21).
Para adquirir pureza espiritual (Isaías 58:5–7).
Arrepentimiento de pecados (Jonás 3:8; Nehemías 1:4, 9:1–3; 1 Samuel 14:24).
Pedir ayuda de Dios en tiempos de crisis (Esdras 8:21–23; Nehemías 1:4–11).
Fortalecer la oración (Marcos 9:17–29; Hechos 10:30; 1 Corintios 7:5).
Para unirse a la tristeza de alguien que tuvo un ser querido que falleció (1 Samuel 31:13; 2 Samuel 1:12).
Algunos consejos prácticos
No es una buena idea comer todo lo que te encanta hasta saciarte antes de un ayuno. Varios días antes del ayuno, ve comiendo menos porciones y con menos frecuencia. Asimismo, el día que termines el ayuno, empieza con porciones pequeñas y bajas en grasa. Entra y sal del ayuno lentamente.
Sé sabio escogiendo el tiempo específico para ayunar. Por ejemplo, si es un día que tienes muchos quehaceres, orar mientras guías tu auto no es tan efectivo para el ayuno; o ayunar durante la época de fin de año, que hay comida por todas partes y personas que quieren compartir su mesa contigo. No sería muy productivo, ni considerado con los demás, sentarte a la mesa con cara triste por no poder comer. Así que, escoge un día en el que puedas dedicar tu tiempo para estar con Dios y trabajar uno de los propósitos antes mencionados.
- Presenta tu ayuno delante de Dios
Cuando llegue el día, comienza dedicando un tiempo para presentarte delante de Dios y presentarle el motivo del ayuno. Pídele a Dios que te de fuerzas para completar el periodo de ayuno, que sea un tiempo de crecimiento espiritual para ti y que sea un tiempo de agrado para Él. Disfruta de Su presencia y permite que Dios obre en ti.
Si nunca has ayunado, o has ayunado muy pocas veces, empieza con algo sencillo. Intenta un ayuno de medio día, consumiendo solamente agua. Empieza por la mañana y termina tu ayuno con una leve cena, utilizando el tiempo de desayuno y almuerzo para Dios. Recuerda, Dios no se va a impresionar si el ayuno es más difícil porque el favor de Dios no se gana a través de nuestro sacrificio, porque ya ganamos el favor de Dios a través de la obra redentora de Jesús.
“17Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:17-18).
- Entrega tu ayuno con gratitud
Antes de terminar tu ayuno, separa un último tiempo para agradecerle a Dios la oportunidad de crecer en Él y ser moldeado por Él, ejerciendo fe sobre el cumplimiento del motivo del ayuno.
El ayuno no es una carga ni un castigo, es una disciplina espiritual que nos ayuda a conocer y ser más como nuestro Padre Celestial. El dolor de estar sin comida es un recordatorio de que nuestra necesidad más básica va más allá de lo físico, y una vez que esa necesidad espiritual se sacie primero, todo lo demás encontrará su prioridad correcta en cada aspecto de nuestras vidas.
(1) Estudio preparado por el Pr. Nicolás Adrián Agüero.
|